He estado las últimas semanas enfrascado en la lectura y reflexión de los contenidos que Ken Wilber plantea en su obra Psicología Integral (Kairós. 1994).
El texto, de menos de 200 páginas, aunque con múltiples ramificaciones y correlaciones, está conformado a partir de tres artículos científicos publicados entre 1984 y 1986. Lo completa un par de fragmentos de una carta personal de Wilber a John Rowan.
Wilber ha sido un vector de propagación y amplificación de la corriente emergente en torno a la psicología transpersonal a finales de los años 60. También ha sido uno de los puntos de convergencia entre la visión terrenal de la psicología occidental y la visión más esencial de la espiritualidad.
Recordemos que a finales de los 60, y aún hoy, se daba la concurrencia de múltiples psicologías y caminos para llegar al objetivo que todas compartían: el logro de una personalidad sana, integrada y adaptada al medio. Mismo destino, múltiples caminos.
Cada corriente psicológica clamaba ser la más adecuada para llegar a ese objetivo. Esto se vino traduciendo en una profunda incomunicación y disgregación entre las escuelas. Las diferencias conceptuales y de principios fundamentales en la consecución de dicho objetivo eran, casi siempre, irreconciliables.
En aquellos años comienza un intento de integración que busca el logro de un marco de referencia global en psicología. De este modo se permitiría determinar el enfoque más adecuado para cada cliente y en cada caso concreto.
Apuntaré, con una perspectiva de trayectoria histórica, que se suele asumir que la psicología es reconocida como ciencia a partir de 1879 tras los experimentos de Wundt en Leipzig. Sin embargo, el ser humano ha estado impulsado por enfoques espirituales desde hace mucho más tiempo. El objetivo de estos enfoques espirituales ha estado en la aspiración a dimensiones “superiores” de desarrollo.
En torno a 1977 aparece Ken Wilber en escena. Esto cataliza un meritorio intento de aproximar posturas y trazar un puente sólido y consistente entre la psicología y la espiritualidad.
Algunas ideas sobre el modelo de Ken Wilber
Wilber resume su modelo espectral global del crecimiento y desarrollo integral del ser humano abarcando tanto sus aspectos físicos, emocionales e intelectuales, como sus dimensiones existenciales y espirituales. Busca la miscibilidad de dos componentes largamente concebidos como inmiscibles.
Los esfuerzos de Wilber se centran en proponer un modelo evolutivo, estructural, jerárquico y sistemático. Fusiona lo oriental y lo occidental, además de postular un espectro de posibles patologías derivadas por un inadecuado tránsito entre los diferentes niveles.
El modelo consta de 9 estructuras o niveles básicos que se perfilan como centrales y funcionalmente dominantes. Las estructuras básicas serían como los escalones en un ascenso hacia un desarrollo mayor, aunque con ciertas particularidades.
Se me ocurre trazar una analogía con la teoría de Piaget a nivel evolutivo infantil. Según Piaget, en el nivel sensorio motor, una vez que un niño aprende a andar, ya no lo desaprende. Andará mejor o peor, pero eso queda ya para toda su vida, siempre que la salud se lo permita. Lo mismo con el habla. Se aprende a hablar y ya no se desaprende. Se hablará con mayor o menor fluidez y claridad, pero el habla queda integrada.
No obstante, en el caso del modelo de Wilber, se puede ascender o también descender en los escalones o estadios de manera, digamos, permanente en el tiempo. También se pueden lograr estados de conciencia en los que hagamos una visita puntual a un escalón superior, del que luego caigamos al que nos sirvió de punto de apoyo para el ascenso. Aquí, me vienen a la cabeza las experiencias de místicos, como Santa Teresa de Jesús, o de personas que han relatado experiencias próximas a la muerte.
Este modelo evolutivo tiene conexiones y correlaciones con otros sistemas como el de la jerarquía de necesidades de Maslow, el sistema de Aurobindo, la psicología del yoga, la psicología psicoanalítica del ego, el Mahayana y la Kabalah.
Perspectiva de las patologías
Adicionalmente, en el libro, plantea que diversas patologías emergen como un fracaso metabólico de la experiencia asociada a un determinado escalón. La persona que no consigue digerir y asimilar ciertas experiencias significativas permanece atragantada con un bocado de alimento sin digerir. Podríamos hablar de una indigestión psicológica.
Por ejemplo, una persona adulta con un trastorno narcisista de personalidad, según el modelo del autor, no ha conseguido gestionar la deflación de la grandiosidad y omnipotencia infantil. La estructura intrapsíquica de los trastornos narcisistas de la personalidad protege la grandiosidad infantil y el vínculo narcisista al vínculo omnipotente. Recordemos que la función del mundo para un narcisista es tener un escenario en el que poder reflejar su perfección y grandiosidad.
Lectura muy recomendable a todos los niveles, que precisa de una digestión lenta. Ken Wilber comenta en sus conclusiones que no considera el modelo como algo cerrado, fijo, terminado o inmutable. Lo cierto es que es un campo tremendamente metateórico y ramificado. Aunque la línea de pensamiento/investigación se puede enmarcar, no se sabe muy bien los límites que se pueden perfilar en un modelo de desarrollo de esta índole. Si es que se pueden.
Dentro de nuestra escuela humanista 5C Asociados, especialmente en el Taller vivencial de Inteligencia Emocional IE3, trabajamos con algunas de las premisas planteadas por Wilber, complementadas con otros autores, obras y aproximaciones. Puedes recabar más información sobre nuestros talleres de Inteligencia Emocional aquí.
Pablo Villanueva – Miembro de 5C ASOCIADOS.
Fundador de Eclosion Coaching. Coach Profesional Sénior ASESCO (CPS 10.326) y Coach Profesional Ejecutivo Certificado AECOP (CP 174). Coach en ejercicio profesional continuado desde 2010. Facilitador de talleres vivenciales de Inteligencia Emocional desde 2014.


