Esta es una reflexión en la que llevo unos meses inmiscuida. Me considero una persona de acción, y mi formación me apoya en esto. Hay cursos que nos dan una cantidad de herramientas que nos hacen poner el foco en el problema, con el objetivo de buscar una solución. De hecho, muchos encontramos una especie de diversión en ver las soluciones a problemas y llevarlas a cabo. No obstante, ¿qué nos ocurre cuando las soluciones a problemas no son externas o ajenas y son temas más personales?
Desde el coaching humanista, obtenemos herramientas que nos apoyan en una mejor gestión e interpretación de las emociones, la información que nos dan y lo que podemos hacer con ellas. De esta manera, y con este enfoque práctico, se pueden acometer acciones para conseguir esos objetivos. No obstante, estas herramientas tienen un enfoque importante en la aceptación. Esa aceptación de una situación sin ningún tipo de resistencia, tanto de lo que está ocurriendo como de las personas involucradas. Para ello, se ha de hacer un ejercicio de empatía, escucha activa y tolerancia; de esta manera, podremos comprender mejor la situación que estamos viviendo.
Con estos conceptos en la cabeza, me he puesto a reflexionar sobre esas acciones que he llevado a cabo en los últimos meses y me he dado cuenta de una cosa. He estado prestando atención a las emociones, que son tan valiosas y nos dan tanta información. El cuerpo ayuda mucho a leerlas, ser capaz de sentirlas, localizarlas, leerlas y actuar en consecuencia. A veces no es un ejercicio fácil, puesto que hay emociones primarias y secundarias. Las secundarias son aquellas que enmascaran la emoción que realmente surgió primero, la primaria. Así que, hay casos en los que nos enfadamos, pero en realidad, lo que ocurre es que tenemos miedo y, de forma inconsciente, para que el entorno no lo perciba, nos enfadamos.
Por lo tanto, prestar atención a lo que sentimos, ahondar en encontrar la emoción primaria, leer su información y actuar según la información recibida no es algo trivial. Aun así, es algo que me apasiona y nos apasiona en el humanismo, puesto que creemos que las emociones son genuinas, puras y simplemente, un gran regalo de nuestro cerebro porque, a fin de cuentas, desde ahí se generan. Sin embargo, estaba obviando un paso muy importante en el proceso, enmascarado por el poder de la acción y lo bien que uno se siente cuando ha dado un paso hacia adelante, y ese paso es aceptar lo que siento y la información que recibo de las emociones.
He detectado que, de forma inconsciente, estaba teniendo como un pequeño pepito grillo dentro que me decía: «esto no debería enfadarte, ya sabes que en el fondo esto no es importante», «esto no debería entristecerte, sabes que es pasajero», «esto ya deberías gestionarlo así que, ¿por qué me resulta tan molesto cuando alguien hace algo que yo no haría?», por lo que identificaba la emoción, el mensaje y hacía algo con ello. Aun así, me he dado cuenta de que, si este diálogo me acompaña, en realidad me estoy pasando la fase de aceptar lo que estoy sintiendo y, por ende, aceptarme a mí tal y como soy a día de hoy. Sin esto, la acción no es del todo plena. Es cierto que después, puedo hacer algo por cambiar la situación y ver si el día de mañana me puedo sentir de una manera diferente, pero si no damos validez a cómo nos sentimos, la acción que llevemos a cabo o la gestión de la situación no será totalmente plena.
Así que, plantear soluciones y llevarlas a cabo nos hace sentir bien, pero no nos dejemos llevar por esa inercia sin prestar atención a lo que sentimos en el proceso, haciendo un ejercicio de aceptación. Si no aceptamos lo que estamos sintiendo, tarde o temprano volverá esa resistencia interna. Esto me hace recordar lo que Daniel Goleman define como inteligencia emocional: “la capacidad de reconocer, aceptar y canalizar nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados, lograrlos y compartirlos con los demás”. Así que, ¿aceptamos realmente nuestras emociones?




Muchas gracias Blanca por compartir tu reflexión y sentir. Tu generosidad apoya para mantenerse en este camino del coaching humanista.