¿Has oído hablar de las experiencias cumbre? O, mejor aún, ¿Eres consciente de haber vivido alguna?
El concepto de experiencia cumbre, experiencia pico (peak experience) o experiencia trascendental se lo debemos a Abraham Maslow (1908-1970, Estados Unidos). Este autor es una de las figuras fundamentales de la psicología humanista, de quien es muy conocida, aplicada –y, a veces, hasta manipulada- su pirámide de necesidades, que profundiza en las necesidades humanas.
No obstante sus aportaciones van más allá de la motivación humana, tal y como plasma en obras clave como El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser (1962), Religiones, valores y experiencias cumbre (1964), La personalidad creadora (1971) o La amplitud potencial de la naturaleza humana (1971).
En estas obras, Maslow cuestiona la posición tradicional de la psiquiatría occidental y desarrolla sus propias ideas para comprender la naturaleza humana. Postula que todas las personas tienen un intenso deseo de realizar completamente su potencial para alcanzar un nivel de “autorrealización” (necesidad cúspide de su jerarquía).
Así, la autorrealización hace referencia al proceso de desarrollo personal en el que una persona se esfuerza por alcanzar su máximo potencial y satisfacción en la vida, lo que se conseguiría mediante el autoconocimiento y aceptación de unos mismo (y de los demás), la exploración de capacidades y potenciales, la mentalidad de crecimiento, la recuperación de la creatividad, la riqueza emocional, entre otras realidades que no enunciamos, aunque sí enfatizamos que no es cuestión de “hacer”, “alcanzar algo” o “llegar a ser”…sino de “Ser”, en presente.
Según Maslow, la autorrealización es un proceso continuo y un objetivo que precisa ser perseguido a lo largo de toda la vida y, por lo general, en sociedad (al fin y al cabo, la necesidad de unión es en sí misma, una necesidad básica).
HALLAZGOS SOBRE LA AUTORREALIZACIÓN HUMANA
Pues bien, su estudio de la autorrealización humana le proporcionó información acerca de que las personas vivimos “experiencias cumbre”, momentos sublimes en la vida en los que el individuo está en armonía consigo mismo y con su entorno. Maslow, en su ya citada obra Religiones, Valores y experiencias cumbre (1964), aborda eta cuestión, y definió como experiencia cumbre: “un estado de unidad con características místicas; una experiencia en la que el tiempo tiende a desvanecerse y el sentimiento que sobrecoge hace parecer que todas las necesidades se hallan colmadas”.
Con esta definición quedan descriptos ciertos estados transpersonales, caracterizados por la unificación, armonización e interconexión que percibe quien los experimenta, que se abre a la revelación de lo inefable del ser. El nacimiento de un hijo, quedarse anonadado ante una puesta de sol o un cielo estrellado, una canción que nos conmueve, la observación de la naturaleza…pueden generar un estado que apenas dura unos segundos, pero que supone una experiencia maravillosa, un momento de éxtasis, de revelación y/o de iluminación.
Según Maslow, todos hemos podido gozar de experiencias cumbre, aunque a veces no somos conscientes de ellas y nos limitamos a disfrutarlas sin darles importancia o, incluso, las negamos, las reprimimos o tendemos a alejarnos de ellas.
CARACTERIZACIÓN DE LA EXPERIENCIA CUMBRE
¿De qué manera se caracteriza una experiencia cumbre? Este tipo de experiencias, aun cuando son difíciles de narrar, han sido descritas de manera similar por personas de todas las culturas a lo largo de la historia. Sin ánimo de ser exhaustivo, podemos citar algunas de las características señaladas por Maslow:
- Percepción del universo como una totalidad integrada y unificada. Lo percibido es la totalidad del SER.
- Trasciende, olvida, ignora relativamente al ego.
- Se percibe como experiencia valiosa, amplia, cuyo solo intento de justificación la despoja de parte de su valor.
- Genera cierta percepción alterada respecto al tiempo y al espacio (desorientación).
- Muestra al mundo como bello, bueno y deseable, jamás como malo e indeseable (perfección del universo).
- Cognición pasiva, receptiva, humilde, dispuesta y de escucha. Se percibe desde emociones como la admiración, la reverencia, el sobrecogimiento, la humildad, la entrega e, incluso, la adoración.
- Resolución y trascendencia de los conflictos y dicotomías de la vida.
- Posible pérdida temporal del miedo, la ansiedad, la inhibición, la defensa, el control, la perplejidad, la confusión, el conflicto, la postergación, etc.
- La persona se siente responsable y activa, auto-motivada y más libre.
- La persona se siente favorecida, afortunada y agraciada.
Parece evidente que estas experiencias no dejan indiferente a nadie, pudiendo dejar un poso, un mensaje de por vida de alto impacto emocional y con fuerte incidencia en la forma en que las personas se comprenden y reconocen a sí mismas. Así, puede cambiar el concepto de uno mismo de manera saludable, puede generar ese efecto acerca de otras personas, puede hacer surgir una mayor creatividad y espontaneidad, o puede generar un sentimiento de sentido de vida muy positivo. Según el autor, por tanto, al regresar a estas experiencias, la persona se sentiría más activa, responsable y creativa de sus propias actividades y percepciones, más auto-determinado y más libre, lo que, en definitiva, es clave en la autorrealización.
VISIÓN HUMANISTA INTEGRADORA
Merece la pena mencionar que, en la antedicha obra Religiones, Valores y experiencias cumbre (1964), Maslow también aborda otras cuestiones que, lejos de estar desactualizadas, plantean propuestas como que la ciencia y la espiritualidad no son cuestiones dicotómicas, sino que la investigación científica vería su trabajo fortalecido por el reconocimiento y el estudio de la necesidad de expresión espiritual de nuestra especie.
Complementariamente, plantea que la educación, muchas veces centrada en lo tecnológico (medios sin fines), en descansar tan solo en la tradición o el hábito y en perseguir el adoctrinamiento, debería ocuparse de unos “valores finales superiores” que nos permitirían evitar la confusión entre medios y fines, puesto que no podemos hablar de eficiencia a menos que sepamos para quésirve esa eficiencia. Ambas cuestiones darían de sí para un amplio debate, ¿verdad?
Después de Maslow, las experiencias cumbre, aun cuando subjetivas y complejas, han seguido suscitado el interés de algunos psicólogos y educadores durante el último siglo por sus importantes implicaciones en diferentes ámbitos del funcionamiento psicológico y la construcción de significados. En definitiva, el vivir experiencias cumbre puede tener consecuencias e influir en diferentes ámbitos del desarrollo humano. Permiten a la persona que las experimenta reconocerse, fortalecerse y enfrentar su vida de una forma diferente. Para que, en tu caso, sea más fácil identificarlas en tú vida puedes preguntarte: ¿Qué provocó mi experiencia? ¿Dónde estaba y con quién? ¿Cómo la sentí? ¿Qué sentía diferente? ¿Era consciente del tiempo y el espacio? ¿Se trató de un asunto apasionante o que me dio mucha paz? ¿Sentí que encajaba en el universo? ¿Qué señales me aportó?
Isabel Prieto Pastor – Alumna de la 12ª promoción del Experto en Coaching Personal en Valladolid (5C Asociados).
Doctora 




