Francisco Yuste

Coaching personal y ejecutivo - Inteligencia Emocional.

Ana Álvaro – miembro de 5C ASOCIADOS, Consultor Coach Senior Profesional con más de 28 años de experiencia en diferentes áreas de Recursos Humanos de Compañías nacionales e internacionales. Psicóloga UCM. Máster Dirección de Recursos Humanos CCIM. Máster Coaching Personal y Ejecutivo UCJC.

Hoy en día, los lideres tienen que reunir unos requisitos mínimos exigibles. Algunos de esos requisitos es preciso que sobresalgan y doten de gran valor a sus equipos. Podríamos, como muestra, citar la siguiente triada:

1. Dilatada experiencia.
2. Calidad profesional y humana.
3. Comprender su papel dentro y fuera de la Organización.

Nos centraremos en el punto segundo: la calidad profesional y humana. Este requisito lo podemos engarzar con el desarrollo de la competencia de la influencia y con uno de los principios de dicha influencia que, según Cialdini, representa la escasez.

El principio de escasez, según el cual las oportunidades nos parecen tanto más valiosas cuanto más limitada sea su disponibilidad, ejerce su influencia sobre un amplio espectro de actividades humanas.

Los coleccionistas de todo tipo de objetos, desde cromos hasta antigüedades, son muy conscientes de la influencia del principio de escasez para determinar el valor de un artículo y, en no menor medida, las empresas. Cuanto más raro sea un objeto, más valioso será. Las empresas aplican la muy extendida táctica de la “edición limitada”, donde un cliente potencial es informado de que cierto producto tiene un número limitado de existencias que no durarán mucho. De esa manera, rentabilizan la influencia que dicho principio ejerce sobre sus potenciales clientes.

A los mejores directivos les está vetado pecar de escasez en algunas competencias y virtudes, y hoy me quiero centrar en las aquellas que pueden frenar el ansia de notoriedad y de poder: la humildad y la vocación de servicio.

El poder mal entendido es una enfermedad que provoca un estado de ansiedad que no puede aplacarse alcanzando cada vez más cotas o logros. Cada meta, por legítima o por torticera que sea, resulta cada vez más efímera en su disfrute, por lo que la satisfacción que otorga al enfermo es cada vez menor y seguirá persiguiendo su notoriedad siempre con más ahínco, pisando y dejando de lado a quien se pueda interponer en su devastadora carrera.

El enfermo de poder no es capaz de mantener su seniority por mucho tiempo – si es que alguna vez lo tuvo – y su ansia de notoriedad se hace, precisamente, más acusada cada vez.

Para nuestra tranquilidad, esta afección tiene cura. Su receta incluye varios ingredientes, aunque destacan entre ellos unas buenas dosis de humildad y de vocación de servicio.

Los mejores líderes lo saben. Y por eso son admirados en detrimento de aquellos a los que, por desgracia, la enfermedad cada vez les va dejando más expuestos, porque, en su carrera, dejan algunos heridos que, cuando se recuperan, no cejan en su empeño por acabar con aquellos que procuraron su desaparición.

Nada como la felicidad de darse a los demás sin ansias de notoriedad.

Quien no sepa de lo que estoy hablando, que repita curso antes de seguir intentando ser lo que nunca será, pues ahora, influyes, apoyas, en definitiva: haces crecer a tu equipo.

De una manera parecida a otros efectivos instrumentos de influencia, el principio de escasez es más eficaz en determinados momentos que en otros. La escasez reciente de un bien motiva más que una escasez constante o ya conocida, y una escasez de un bien muy demandado motiva aún más por la rivalidad entre los distintos contrincantes. Los publicitarios son los que más explotan esta tendencia. En muchos anuncios se sugiere una “demanda popular” tan grande por tal producto que debemos “darnos prisa” para comprarlo: se nos presenta a una multitud intentando irrumpir en una tienda antes de su apertura o contemplamos numerosas manos que vacían rápidamente las estanterías de un supermercado. Este tipo de imágenes no sólo tratan de transmitirnos que un producto es bueno porque todo el mundo lo quiere, sino que también –sutilmente- apelan a nuestros deseos de competitividad.

Francisco Yuste
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