Francisco Yuste

Coaching personal y ejecutivo - Inteligencia Emocional.

Álvaro Puente – Miembro de 5C ASOCIADOS. Experto en Coaching Personal  (2019 – 5C Asociados), Experto en Inteligencia Emocional para niños (2020 – 5C Asociados) y Experto en Coaching Ejecutivo (2022 – 5C Asociados).Técnico Profesional en Inteligencia Emocional Aplicada a la Empresa (2022 – EIOE. Euroinnova International Online Education).

 

Una reflexión de partida

Las personas compartimos emociones y necesidades, un gran número de teorías nos hablan de la universalidad tanto de unas como de otras. Sin embargo, los sentimientos parecen tener algo característico e individual. Algo que los hace propios y qué lleva a cada persona a sentir sus sentimientos de una forma muy particular.

Por ejemplo, el hambre o el miedo forman parte de un territorio común que compartimos todos los seres humanos. Hasta aquí es algo sencillo, si nos falta el alimento tendremos hambre y si nos encontramos en una situación amenazante experimentaremos miedo. La cosa se complica si tenemos en cuenta que, no viviremos igual el primero si de forma habitual nuestra nevera tiene comida que si generalmente tenemos dificultades para cubrir esta necesidad básica; o que son distintas las situaciones que a cada uno nos llevan a experimentar el segundo, las causas de esta emoción primaria son muchas y muy diferentes, como también lo son las formas de vivirla.

¿Qué es lo que cambia? Pues que no tenemos la misma historia personal, las mismas experiencias vitales, los mismos deseos ni la misma forma de pensar. Esto amplía inmensamente la gama cromática de nuestros sentimientos, multiplica extremadamente el abanico de posibilidades que tiene una situación de afectar nuestra conciencia. Si tenemos en cuenta que además, en una especie de circuito de retroalimentación, nuestra mente actúa como filtro, como sensor, como centro de evaluación y como efector; sólo nos queda reconocer que se trata de un mecanismo tan complejo que, o nos maravilla, o nos abruma. Quizá ambas a la vez.

José Antonio Marina, que en su libro El laberinto sentimental realiza un gran estudio sobre los sentimientos, nos ofrece esta perspicaz cita: “La desconocida textura de nuestro corazón podemos descifrarla a partir del lenguaje cifrado de los sentimientos”. Nos regala una gran pista para poder responder la pregunta que da título a este artículo: Si los sentimientos son un lenguaje cifrado, necesitamos reconocer el código en el que los hemos cifrado. Obsérvese que somos nosotros mismos, cada quién el suyo, quienes hemos cifrado este lenguaje. Por lo tanto, sólo nosotros mismos, cada quien el suyo, somos quiénes podemos descifrarlo.

Siento defraudar al lector si esperaba una serie de tips genéricos que le ayudasen a desenmarañar de forma sencilla este complejo nudo gordiano. Nada por el estilo, lo que queda es, cual valiente explorador, adentrarse en las profundidades de uno mismo con actitud amable y paciente para encontrar su propia piedra rosetta que le apoye a comprender esos curiosos jeroglíficos que colorean su vida. Al igual que nadie puede hacer la digestión por ti, nadie puede tampoco realizar esta aventura por ti. Es cierto que tampoco hay por qué hacer este viaje solos, pueden acompañarnos personas que hayan desarrollado las habilidades de exploración y observación necesarias, y lo que es más importante, que hayan realizado su propio viaje.

Podemos beber sin sed, aunque no disfrutaremos igual que si estuviéramos sedientos. Y nada como las preguntas para despertar nuestra curiosidad y la sed de conocimiento. Aquí van unas pocas:

¿Por qué este interés por los sentimientos? ¿Cómo influyen en nuestra forma de comportarnos? ¿Podemos cambiar nuestra forma de sentir? ¿Qué factores intervienen en la formación de nuestros sentimientos? ¿Hay sentimientos buenos y sentimientos malos?…

El cuento que nos contamos

Las respuestas a estas preguntas quedan grandes al cometido de este breve texto, cuyo sentido pretende más provocar interrogantes que sentenciar certezas. Me parece propicio y enriquecedor, al menos plantear algunas pistas. Comenzando por la necesidad de indagar en los filtros con los que interpretamos lo que percibimos. Si observamos a través de una lente cóncava, sabremos que la luz diverge, por lo que si conocemos el filtro, desandando los pasos podremos intuir cómo estamos deformando la situación y reformarla deshaciendo el efecto del filtro ser algo más objetivos (aun  sabiendo que toda percepción es subjetiva). Si la lente es convexa, la luz converge, por lo pronto es suficiente con que comprendamos que filtramos las situaciones y que comencemos a tomar conciencia de cómo filtramos.

Algunos de los filtros que empleamos son nuestros deseos y proyectos, estos nos atraen o nos empujan, y es clave que los tengamos en cuenta a la hora de descifrar el lenguaje cifrado de nuestros fenómenos afectivos. Nuestros sentimientos son, en parte, provocados por nuestros deseos, y a su vez estos sentimientos provocan, en parte, nuevos deseos. Otro sistema de retroalimentación. El no conseguir algo que deseamos provoca un sentimiento de frustración y enfado, a su vez este sentimiento provoca el deseo de remover el obstáculo que impide la satisfacción, y de no ser posible, mal gestionado, en ocasiones lleva a un deseo de venganza.

Otro factor importante en la construcción del código cifrado son nuestras creencias, expectativas y costumbres. Las representaciones básicas que realizamos del mundo, lo que Alfred Korzybski dio en llamar mapa, alertándonos también de que este no es lo mismo que el territorio, apuntando a que cuando existe una lucha entre la realidad y nuestra versión de la realidad, se producen estados aflictivos. Siento hacer spoiler, pero al final la realidad gana. Ortega y Gasset realizó una distinción entre ideas y creencias: las ideas las pensamos, en las creencias estamos. Y ahí está la clave.

Para finalizar hay otro factor con muchísimo peso en la construcción de los sentimientos, y es en sí otro constructo: las creencias que tenemos sobre el “yo”, el concepto que tenemos sobre nosotros mismos y nuestras capacidades. La narrativa que establecemos sobre quiénes somos, cómo somos y cuáles son nuestros recursos, influye decididamente en cómo sentimos. El ser humano es especialista en contar historias, y hay una que tiene una relevancia capital en nuestro mundo afectivo, es el cuento de “yo soy así”. Ya que nos vamos a contar un cuento a nosotros mismos ¿Por qué no elegir un cuento que nos permita llevar una vida razonablemente buena?

Francisco Yuste
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